REVISTA
ESPAÑOLA DE Vol. 37, n.º 3, 2004 |
Ariel Gutiérrez Hoyos1
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Jefe del Servicio de Anatomía Patológica. Hospital Donostia. Profesor Titular de Anatomía Patológica. Universidad del País Vasco/EHU. agutierr@chdo.osakidetza.net(*) El título no se incluye en el cómputo de dicciones y monosílabos.
PREÁMBULO
Hace unos cuantos años el académico de la lengua española Eugenio D’Ors, estimulado por una apuesta «entre civil y alegre compañía», escribió la historia de la filosofía en 500 palabras (El secreto de la Filosofía, Editorial Iberia, S.A., Barcelona, 1947). Me pareció una muy atractiva idea, por lo que pensé el poder escribir la «Historia de la Patología» en el mismo número de palabras; obviamente mi caso no es el del ilustre académico, y mi particular apuesta se quedó en 550 palabras.
Primitivamente, la idea de enfermedad estaba ligada a causas extraorgánicas; dioses, espíritus y demonios configuraban su génesis. Después, más racionalmente, con la llegada de la cultura helénica y con ella el privilegiado desarrollo de la filosofía del pensamiento humano, se inicia un ocaso de dioses y demonios, y entonces el concepto de enfermedad empieza a perder valores de espíritu, para buscar una dimensión de causa orgánica. Hipócrates y posteriormente Galeno, instauran la teoría humoral de la enfermedad, es decir, por una causa fisiológica.
Benivieni, inicia la anatomía prevesaliana con la descripción de detalles anatómicos medievales. Vesalio, con «De humani corporis fabrica», desarrolla el conocimiento anatómico del cuerpo humano, base morfológica para ulterior desarrollo de la patología.
La enfermedad ligada directamente a cambios morfológicos no llegaría hasta el siglo XVIII con el estudio de la autopsia por Morgagni. Su obra «De Sedibus et causis morborum per anatomen indagatis» publicada en 1761 establece el concepto anatómico de enfermedad racionalizada en la pregunta «Ubi est morbus».
El entusiasmo por la práctica de la autopsia, fundamentalizado por Morgagni como búsqueda esencial de la causa morborum, es continuado por la escuela de París con Corvisart y Laennec, describiendo nuevas enfermedades orgánicas. Bichat crea el concepto de «Tejidos» sobre principios fisicoquímicos, que unido a Schwann, Schleiden y al advenimiento del microscopio, configuran la histologia como base de la patología.
A la corriente de París se suma posteriormente la «nueva escuela de Viena», encarnada por Skoda como clínico, y Rokitansky como anatomopatólogo. El desarrollo, madurez y devoción por la técnica y práctica de la autopsia, alcanzarían su máxima expresión en el Allegmeine Krakenhaus, cuyas luces llegan hasta América.
En Alemania Virchow con su obra «la patología celular basada en su histología, fisiología y patología» en 1858, se consagra como la máxima figura de la patología del siglo XIX, dejando como legado su teoría «celular»; con él, todos los campos de la patología fueron aclarados con nuevos conocimientos revolucionarios.
Con la llegada de la asepsia de manos de Lister, de los descubrimientos de Pasteur en el campo de las enfermedades infecciosas y del advenimiento de la anestesia, viene el desarrollo y progreso de la cirugía y con ella de la patología.
Es entonces cuando se configura la patología como rama soberana de la medicina; el patólogo recupera su prestigio y el diagnóstico histológico de la biopsia, del espécimen quirúrgico y de la citología adquieren un valor imponderable en la clínica y la cirugía moderna.
Pertenece al siglo XX una época revolucionaria de la patología, marcada por el resurgimiento de innumerables pioneros de la patología quirúrgica en America. Primero con Welch, después con Stout y Ackerman, y de instituciones de prestigio como el Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas (AFIP). Con sus publicaciones del «Atlas of tumor pathology», difunden e inmortalizan la patología, sumándose el empleo de técnicas modernas como la microscopía electrónica, inmunopatología, biología molecular, fundamentales en el diagnóstico y comprensión de muchas enfermedades.
Hasta aquí, la historia de la patología se puede desglosar en cuatro grandes periodos fundamentales. Primero con Morgagni en Italia, seguido por Francia durante las primeras cuatro décadas del siglo XIX, para continuarse el auge de la patología alemana hasta 1890, para recoger el testigo a partir de esa fecha aproximada la patología americana, con su más vertiginoso desarrollo.